Te ahogué la mirada,
la que hablaba,
la que me sonreía,
con la que desperté al mundo perverso
al tierno
al cómplice
al imposible.
Me entregaste tus brazos abiertos,
desnudos,
vulnerables y tristes.
Yo te los llené de fantasías,
de noche insomnes,
de sábanas rendidas y
después...
huí.
Sin adioses, sin mañanas.
Te dejé solo,
roto
y te sentiste los huesos del festín.
Aunque dudes
me tuviste absolutamente.
Yo me vacié en cada momento,
en cada caricia y
sin embargo...
...corrí.
No lejos,
pero sí remoto.
No invisible,
pero sí inalcanzable.
Desenfrenada...desencajada...injusta.
Ahora pienso en la palabra perdida,
en la adeudada,
en la merecida...y siento...
que si no exigieras
si comprendieras
sin nada con lo que poder comprender
si no necesitases arañar...
podrías
seguro
pensar en el dolor de la huída,
en la herida abierta,
en el ala inútil
en el porqué...en el porqué no.
podrías...
sin una sóla pregunta
perdonar.
1 comentario:
las heridas cierran pero dejan cicatriz, pero creo que cuando una persona te llena e importa lo suficiente, somos capaces de ser ciegos, mudos, sordos,locos... y lo suficientemente cuerdos para olvidar el daño y quedarnos con lo que realmente importa.
Julián
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