
-Entonces...¿te vas?
- Me voy, y así protegeremos nuestros recuerdos de nosotros mismos.
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"Adiós paseaba mucho para pensar y para pensarse. Esto lo había hecho muy sabio. Solía hacerlo solo, pero se había acostumbrado.
Él, que también deambulaba buscando su camino, se lo encontró y le dijo:
- Adiós, necesito tu ayuda. He de romper un corazón y no reúno valor para hacerlo.
- Estoy aquí, no temas. Preséntame honestamente, sin excusas, y todo saldrá bien.
Caminaron juntos, en silencio pero escuchándose, hasta encontrarla.
No hizo falta que Adiós dijera nada. Ella leyó en sus ojos el peso de su acompañante.
Sólo un abrazo. Quejumbroso, lento, resignado. Y un beso. Pequeño, perdido y cierto.
Cuando ambos emprendieron el camino de regreso a sus vidas Él le dijo a Adiós:
- Gracias por ayudarme amigo. Yo solo no habría podido hacerlo.
- Yo no he hecho nada- le contestó- Me llevabas en la cadencia de tus pasos, en la lejanía de tu mirada. En las tardes monótonas y en los besos de soslayo. En cada noche desabrida, en cada caricia programada, en cada palabra vacía me llevabas. Ella me sentía. Me olía. También me esperaba, ya me deseaba. Hoy no has roto un corazón, amigo, hoy has sanado dos. Hoy has curado dos almas encerradas en el tic tac de un reloj.
Cada uno siguió su camino. Adiós siguió paseando y dejándose ser encontrado. Él siguió el suyo habiendo aprendido que un punto final a tiempo anuncia los mañanas claros y mantiene hermosos los ayeres hermosos."
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