Un día te despiertas y piensas...
- Ésta es mi guarida y esta mañana la he compartido.
Respiras y sigues pensando...
- Esta noche no he echado de menos la cama para mí sola.
Miras a tu izquierda y un pensamiento fugaz te atropella...
- Me gusta cómo se duerme a su lado.
Y te alarmas porque te lees...
- Querría dormir más noches así de cerca.
Y te levantas de la cama y te vistes y tienes prisa y te acojonas y te vas y no te despides y no vuelves a llamarle ni a contestarle y quieres olvidarte de su cara pero siempre te acuerdas de que se duerme muy bien entre sus brazos pero como saliste de la cama y tenías prisa y te acojonaste y te fuiste y no te despediste y no volviste a llamarle ni a contestarle y te has acabado olvidando de su cara... te aguantas y aprendes que se puede escapar de muchas cosas pero no de la propia estupidez.
Y sigues durmiendo sola.