lunes, 20 de octubre de 2008


CARA A:

- El último beso- me dijo- la última vez que te abrazo, que me tienes, la última que me acaricias, la última vez que me descubres.

Pero no es cierto. No puede serlo porque cuando deslizó dulcemente su lengua entre mis labios... cuando arrugó la nariz y me dijo: "Vete"... noté que mentía.

Que no quería echarme

ni olvidarme

ni perderme.

Mentía, sí, mentía.

Ella aún me quiere.

CARA B:

Cuando cerró la puerta me di una ducha fría.

Me costó resistirme a su sexualidad. Tan evidente, tan calurosa e hipnotizadora... 

Lo eché y me quedó el cuerpo encendido, cierto, por el calambre morboso de un beso lascivo y tierno. 

Levanté el teléfono:

-Estoy en la 114. Baja, que por fin estoy sola y tengo hambre de piel. 

sábado, 11 de octubre de 2008

Despierta, venga, despierta...





"Tan poquito me falta para quererla que no me resigno. 

En cada encuentro indago secretamente para descubrir qué ingrediente, qué ausencia me impide pensarla en las noches como se piensa cuando éstas dejan de ser de uno mismo. Cuando las noches se ponen el eco de la piel amada. Qué falta, maldita sea, qué falta...

Y me escucho.

Ella me activa, me ilusiona, me divierte y me estimula. Tan lejos, tan inalcanzable siempre... y tan vulnerable, tan cercana ahora. 

Escucho alejándome de los ruidos...y entiendo un poco más cuando dejo que fluyan mis verdades, mis mentiras, cuando dejo que por mis venas recorran impunes el veneno, el sermón, la tentación, el querer, el poder y el antídoto. Cuando me asumo aturdido y vanidoso. Sólo cuando abro todas las puertas...

veo.

Soy capaz de no poder necesitarla porque ella me necesita. Lo soy. 

Tal vez... tal vez si paseara muy cerca y no pudiera tocarla, lograrla... tal vez entonces...

Tal vez el ingrediente que no me encuentro sea su ausencia. 

Y si la pierdo, si me patea y se va cansada y rendida...  si la pierdo... despertaré y me golpearé por imbécil y me arrancaré la piel y me entregaré al delirio... pero mientras la posea las noches que se me antojen... no seré capaz de entregarle las otras que me restan para que las tome su recuerdo."

martes, 7 de octubre de 2008


Ella no quiere escucharlo y él no quiere decirlo.

Sorda y mudo, entonces, se refugian en su mundo clandestino, provocador y demente. Un mundo en el que el lenguaje que los une es el de la complicidad, el deseo y el intercambio.

Se encuentran entre las idas y venidas de sus vidas. Sus otras vidas, que no tienen nada o poco que ver con la que los lleva de vez en cuando a pertenecerse en la intimidad de la 106, la 208... o donde quiera que puedan hacerse con cuatro pareces que los protejan, los escondan y les guarden el secreto.

El secreto es secreto porque no pueden tenerse. Pero pueden elevarse esporádicamente y coquetear con el espejismo de un amante. Reinventarse.

Pueden saberse el cuerpo del otro y al salir, al cerrar la puerta, tomar aire y caminar absueltos hacia su otro destino. Sin reproches, sin nada que objetar. Se lo dan todo y no se deben nada.

Pero es cuando las caricias pacientes... es cuando ella lo acuna y protege, cuando él le besa los hombros y la busca inconsciente en la lucidez de la duermevela... es cuando se tienen en silencio cuando parece que no es que ella no quiera escuchar, que no es que él no quiera decir...

Es en la evidencia de los abrazos eternos donde se preguntan si es que no escuchan... no dicen... porque no pueden. No deben.

Donde dudan si esas cuatro paredes mantienen el encantamiento de los exilios momentáneos de sus rutinas... o son cuatro carceleros que les asfixian la valentía para decirse...

... aunque no puedan...

... aunque no deban...


...que se quieren.

domingo, 5 de octubre de 2008

Notas de una merienda




Qué frío hace.

Estoy en un banco perdido perdida en una ciudad desangelada,
tan ordenada que no te permite fantasear
tan rápida que no te permite deambular.

Pero yo fantaseo y deambulo porque hace frío y quería que la ciudad me contara algo.
Salí a buscarla y la encontré en este banco.

En el río.

En el silencio y en el espacio abierto. 

En los dos cisnes blancos que fotografié con tan poca fortuna pero que me rescataron la fascinación de la infancia. 

En el libro que me prestaron esta semana y que todavía me golpea, que se me presenta en sueños y me habla de lo puro, de lo mezquino y de mirarse al espejo con franqueza para no perecer ante ese reflejo. 

Hedda me cuenta, yo sentada y engullendo una salchicha con un nombre impronunciable, que asimilarnos es duro y a veces injusto para quienes nos rodean...pero también la única forma de amar las miserias propias. Pero me lo cuenta desde lo dolorosamente hermoso de la tragedia. Desde los ecos de Medea. Desde la determinación de Antígona y desde las frustraciones de Electra.

Tengo mucho frío, 

el otoño estaba insinuando en Galicia...

...pero esta ciudad parece estar dibujada en invierno...

...hermosa...pero intratable.

Me voy al centro a escuchar acentos exóticos y sentir el vértigo de lo indescifrable...aquí se quedan estas notas, que me he quedado ya sin comida.