
Unha historia inacabada. Para que a rematedes vós. Para que voedes e compartades o fruto desa viaxe.
- ¿Me olvidarás?
- Desde luego...voy a intentarlo.
...
...
" Se escapó un par de días y se presentó en la puerta de mi casa. Con lo puesto. Una mochila con un par de mudas y la valentía entre los dientes.
- Vengo para quedarme.
Y me miró esperando el golpe del primer asalto. No lo recibió, yo no entendía nada pero verlo en el umbral de mi puerta mendigando un espacio en mi vida me desarmó. Ni él mismo podia creerse lo que estaba haciendo.
Le invité a pasar, claro. Preparé un par de tés londinenses con regusto a vainilla y me senté a su lado en el sofá.
- Supongo que sabes que esto que me pides no tiene pies ni cabeza.
- Sé que te costará encontrarle sentido.
Intenté comprender porqué, casi dos años después, aparecía en mi ciudad con el propósito de dejar su vida y meterse en otra conmigo. Dos años en los que, le constaba, había conseguido reinventarme después de que me abandonara.
- He venido porque necesitaba tenerte cerca.
- ¿Después de dos años? - reprimí un: “¿¿¡¡dos años después de dejarme muerta de dolor!!??
Estaba siendo cruel en el fondo y dulcísima en las formas. No podia evitarlo, aunque me sentía mal por no sentir nada por él. Después de todo, aquella era la locura más enternecedora que habían cometido por mí.
- Solo déjame quedarme un par de días. Un par de días contigo. Como antes. Un teatrillo de lo que fuimos tú y yo. Y si después es lo que quieres, me iré.
La propuesta era tentadora. Aunque cures las heridas siempre es agradable reeditar los mejores momentos. Pero le conocía bien. Si aceptaba jugar a la pareja feliz con él luego sufriría, irremediablemente, un leve psíndrome de abstinencia. Él lo aprovecharía inteligentemente y puede que en unos meses volviera a perder la cabeza. Porque aunque sabía que era un tramposo, me gustaban sus trampas.
- No, lo siento. Ya no te echo nunca de menos.
Desconcierto. Nerviosismo. Se tocaba el pelo y me miraba a mí y al suelo intermitentemente.
- Vaya...-masculló- supongo que entonces estoy haciendo el imbécil.
- No, se agradece . Aunque llegue tarde.
- Te lo debía, ¿no?- y esbozó una sonrisa clarísima.
Yo jugueteaba con los bordes de mi taza de té y él se entregó un segundo absorto al movimiento de mis manos. Con la mirada perdida encendió un cigarro. Dos caladas lentas y reunió fuerzas.
- No he vuelto a ser el mismo desde que te fuiste de mi vida.
- No me fui, me echaste.-sentencié.
Acusó, esta vez sí, el golpe directo.
- Fui un cobarde. Lo estoy pagando.
Respiré hondo. Me mordí el labio inferior.
- Pues ahora no me pidas que pague contigo.
- Necesito…escribirnos. Como antes. No he vuelto a escribir nada que merezca la pena.
Y, por fin, le encontraba sentido a todo.
He ahí la verdadera razón. Dos años de sequía creativa le habían obligado a perseguir la razón de sus momentos más fructíferos. No me pareció mal, sino una solución desesperada.
Mezquina, pero desesperada.
- No me buscas a mí entonces, te buscas a tí mismo.
...