
Foto: Crepitar. Salamanca, 2009.
...
Era bello, dolorosamente bello. Enloquecedoramente tentador, sensible. Y estaba roto. Y esto lo convertía en una explosión de ternura y perversión irresistible. Por eso me enamoré. Así, a mi extraña y voluble forma. Así, como se ama cuando se ama unas semanas. Como se ama cuando se concentran la pasión y la curiosidad en una cama.
Ya no siento fiebres ni se me afilan los colmillos si pienso en él. Me gustaría no liberarme tan fácilmente de mis pasiones, esta es la verdad. Porque una acaba por plantearse si es que alguna fue cierta.
Pero creo que a él sí lo recordaré. Recordaré el frío pavor que me despertó su historia, recordaré su fuerza y sus inseguridades. Recordaré que conocí un ángel hermoso y astuto que en sus desbordante talento para vivir... va arañando los cuerpos y la fragilidad.
Le recordaré porque me conmovió. Porque me hice daño al imaginarme a su lado. Porque las cosas y las personas hermosas y marcadas por la fatalidad(rotas, esquilmadas, devastadas) ejercen una atracción hipnótica sobre nosotros. Nos hacen pensar que es fácil obtenerlas y nos recreamos secretamente en la visión de la perversión de la perfección.
Empachada, aunque no se me mueva un cabello, pienso que su breve visita en mi vida me hizo mejor persona, y peor mujer.