lunes, 23 de febrero de 2009




Nunca me hizo regalos los días socialmente convenidos. Él celebraba otro tipo de cosas. 

El día que empezaba la primavera, por ejemplo, me llevaba a la playa para que llenara mis pulmones de brisa marina.

Hubo una luna llena en que me acostó en la cama, me espió y me hizo un dibujo en el que parecía que me brillara la piel como brillan los aullidos de un lobo.

Recuerdo también una tarde de paseo de verdes vivísimos en que me regaló una lluvia de pompas de jabón y me dijo:

- Para que te sueñes dentro, pequeña.

Lo decía porque sabía que nunca recuerdo mis sueños y que esto me entristece porque se me escapan muchas historias con ellos. Por eso, el regalo más especial de todos los que recibí en aquellos días fue aquella caja de zapatos.

Me desperté y estaba a los pies de mi cama, pintada de azul y con pequeñas conchas pegadas en la tapa. Dentro, decenas de papeles de diferentes colores que me contaron cosas como éstas:

 11/07/2006: Soñé que me elevaba sobre todos los miedos y perseguía un diente de león.

02/01/2007: Soñé que caminaba y caminaba y caminaba y justo cuando me iba a rendir encontré una fuente de aguas dulces.

Así cientos de sueños atrapados en una caja y liberados de su creador. Para mí. Me regalaba sus fantasías de los últimos meses y con ellas todas las claves posibles de su mapa. 

Tal vez no sirvieran para retener mis sueños, pero hicieron que me sintiera tan completamente amada que ya dejó de importarme para siempre su vocación fugitiva. 

Y aprendí desde entonces a buscar historias en la pequeñez de los días tranquilos, a leer en la infinitud de la cotidianidad. Aprendí que los sueños son libres cuando nosotros lo somos también. 

martes, 10 de febrero de 2009

Celebración del pecado

Frente al espejo te veo los ojos ígneos, el pecho abierto y las manos desquiciadas por retener mi cuerpo de anguila escurridiza.

Frente a un espejo me veo otra, me veo dueña, perversa y viva. Veo el impulso suicida y perdido de una pasión carnívora. Veo la animalidad de nuestros cuerpos, el descontrol de los movimientos espasmódicos, veo la invasión de mi cuerpo pequeño y redondeado.

Frente a ese espejo te vi mirarme, y me miré y mirarte fue como abrir un dique al que agrietaba ya la fuerza de una explosión incontenible.

Y al vernos en ese reflejo, al espiarnos el uno al otro con los ojos desorbitados, con cada poro profanado y cada gota apurada, me gustó descubrir que aquello no era sólo deseo, era el delicioso castigo desesperado que me infringía un culpable por tentarlo al pecado.


jueves, 5 de febrero de 2009

Anoche soñé contigo.

No recuerdo nada más, pero sé que fue contigo. Lo noté en mi cuerpo descontrolado, en mi piel estremecida y en el sabor dulzón de la duermevela.


Me metí en la ducha con la desorientación de la primera hora de la mañana e intenté retener alguna imagen, alguna visión aprovechable. Alguna clave.

No hace mucho me contaron que escuchar los sueños propios es una gran puerta hacia el conocimiento.

Pero no lo logré.

Mierda.

Será el agua que me despierta y arrastra por mi cuerpo los recuerdos de la narcosis.

Será que no quiero atrapar mis visiones por si enjaularlas a la fuerza puede hacer que me abandonen.

Será que sólo te quiero en sueños porque en ellos nadie es nadie y todos somos el mismo.

Será que mis sueños no son del todo míos.

O será que sólo soy en sueños el sueño de lo que no soy y no se quedan conmigo porque cuando despierto no me reconocen.