martes, 16 de noviembre de 2010

Atropello

Ella que duerme profundamente
hoy no puede.

No sabe el porqué.

No le duele nada. Ni en el cuerpo, ni en el alma.

Le inquietan cosas, claro. Pero eso no es nuevo.

Puede que sea, piensa
(ahora que se ha comido tres flanes, un bote de aceitunas y tres variedades de queso)
porque nunca ha sido lo bastante bella como para permitirse el lujo de ser tonta
pero siempre ha sido lo bastante hermosa como para permitirse el de portarse mal.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Amor con "a"

El día en que se lo dijo quedaba lejos. Habían pasado de nuevo todas las estaciones. Estaban en la terraza de Ana, compartiendo una botella de vino. Intentando intercambiarse las piezas del puzzle que había sido su historia . Parece que esa noche todo pudiera decirse. Parece que los silencios incómodos, los exámenes interiores y la moral con olor a naftalina se hubiesen volatilizado. Ahora se miraban, con el pudor encendiéndoles las mejillas, con la timidez de su adolescencia. Con el vino abriéndoles la boca.

El día en que se lo dijo Sara sintió rechazo, culpabilidad y asco. Pasó más de un año sin verla. Un año de indignación y ofensa de día, de melancolía y deseo de noche. Ahora bebía vino a su lado, enredándose en su propia historia. Pidiendo perdón por el silencio, la distancia, la negación. Pedían perdón las dos, quitándose la palabra, tapándose los labios mutuamente. Llorando de impotencia. Sintiéndose estúpidas por esconderse, o por mostrarse. Cada una izando sus culpas. Recogiendo dulcemente las lágrimas de la otra, comiéndose los ojos. Besándose las manos.

Sabían que esa noche era la primera noche de amor en sus vidas. Todo lo demás ahora les parecía una opereta. Habría que reescribir tantas cosas... y se respiraba tan bien en esa terraza. Íntima, oscura. Sara le apartó dulcemente el pelo de la cara, se acercó temblando a sus labios, se miraron, se desearon... Pero en aquella noche inaugural, en aquella noche que empezaría el resto de sus vidas... ambas se recuerdan ahora, entre las risas de los pavores superados, que no fueron capaces de besarse con los ojos abiertos.