martes, 27 de enero de 2009



Nos hemos dicho adiós tantas veces que cada vez que nos encontramos se levanta el ciclón de una noche inaugural. 

Nos hemos prometido olvidarnos tantas otras que al final de tanto pensar en olvidarnos sólo nos pensamos sin poder olvidar.

Tantos adioses prematuros sólo nos sirven para perdernos en continuos besos de despedida. 

Nos concedemos infinitas "últimas noches" inflamados de pasión demente y seguros de tener voluntad...
 
...  nos aseguramos con rabia carnal ser amados por otros...

... amar a otros...

...tantas veces nos engañamos, nos mentimos, nos odiamos...

... nos maldecimos...

...tanto daño nos hacemos...

y tanto, tanto placer nos damos...

.... que ahora que hay vidas de distancia entre nosotros y nuestro último abrazo aún sentimos como un viento abrasador, destructor e incontenible la  primera caricia que nos encendió. 
...

jueves, 22 de enero de 2009




07:00 a.m

Te levantas perezosa. Ronroneas, gruñes... pero emprendes el rito de la huida.

No encuentras tu camiseta porque tu ropa está desperdigada por toda la habitación... la huella de una batalla urgente y arrebatada.

Por fin reúnes tu armadura. Te vistes. Le dejas un beso paciente en la frente. Querrías abrazarte al calor que desprende su cuerpo esta mañana ventada. Pero te vas. Eres débil, has de trabajar. No puedes entretenerte porque como te acerques mucho y se despierte vas a querer más. Mucho más. 

Vete. 

Corre.

Aléjate de esa habitación indecente que cuando den las 08:30 has de ser otra. Reinventarte. Sacudirte las imágenes de la entrega nocturna y olvidarte de los impulsos que te asaltaron al verlo entregado a sus sueños.

Venga, date prisa.

Si volvéis a veros cuéntale que crees que por fin te acuerdas de lo que sueñas al despertar.

Pero, venga, no te entretengas... 

que llegas tarde a tu vida

que él ha de volver a la suya.

Y todo vuelta a empezar.




martes, 20 de enero de 2009



Cuando llueve me desprendería de mis alas a cambio de un escondite privado bajo las mantas.

Sólo cuando llueve.

  

domingo, 11 de enero de 2009


...

"La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla"

Gabriel García Márquez.

...

Yo no sabía todas esas cosas. No las había pensado nunca, vaya.

Hasta que él me las descubrió.

Me contaba historias cuando nos tumbábamos desnudos en una cama. Recorría mi cuerpo con sus labios y de sus labios escuché cuentos fantásticos inventados para mí. 

Me decía que el lunar de mi cintura era en realidad la estrella traviesa y fugitiva de una constelación. Que mi manía de tocarme la cara al hablar provenía de los ritos secretos de mis antepasados: libélulas nacaradas que se relamían pegando las manos a la nariz y se convertían en hadas.

Me enseñó que la cicatriz de mi tobillo izquierdo es en realidad, y sin ningún género de dudas, una media luna impresa por ésta en mi piel, y que por eso siempre estoy pendiente de las mareas. De mi diente torcido me dijo que las perlas auténticas son siempre imperfectas, sobre mis cabellos revueltos me explicó que yo (¡cómo era posible que no hubiese entendido las señales!) estaba en proceso de convertirme en sirena y que éstas, todo el mundo lo sabe, tienen complicaciones para peinarse.

Aquella cama fue muchas tardes una máquina del tiempo, un avión, un arco iris, un tren antiguo, una nave espacial, una alfombra mágica... 

... aquella habitación fue una fábrica de sueños...

... y aquellos sueños fueron tan libres... tanto... 

que ya nunca supimos dejar de volar.




martes, 6 de enero de 2009


Las hadas tienen la nariz colorada para que se mantenga siempre alerta, las manos frías para que cuando toquen algo se despierte inmediatamente y los ojos chispeantes para que los trasgos las encuentren en la oscuridad. 

Pero no vuelan con vestidos vaporosos ni nos enseñan sus alas. 

A veces te encuentras una en la parada del autobús. Si la reconoces se dará cuenta y te mirará traviesa. Si la logras te cantará al oído una noche y desaparecerá. 

Si amas a un hada, toda la vida te sabrán los besos a vainilla.

Hay hadas muy hermosas, hadas con caras graciosas, con expresión de rabieta... Hay hadas niñas, hadas mujer, hadas viejecillas.

No son malas, tampoco del todo buenas. Al fin y al cabo son hadas, no santas.

Ellas tienen unas ganas incontenibles, incontrolables, inabordables de vivir... y lo contagian. Así que cuando una se te cuela en la vida ya nunca dejarás de maldecirle las alas para que no pueda escaparse nunca más.

Pero cuídate de ellas, porque al final siempre se las apañan para fugarse y te quedará una pena muy grande. La pena por haber perdido un hada sólo se cura escuchando la voz de una libélula pero...bufff...menudas son las libélulas. Preguntadle a las flores....