jueves, 28 de mayo de 2009




No creo que sepamos decirnos nunca lo que nos pasa,

ni creo que yo pueda beberte los labios sin miedo
                                                                     alguna vez.

No creo que te atrevas nunca a tenerme,
 
ni me atreveré yo a entrar 
                                              
en tu pecera de cristal cuarteado

en lo lacerante de tu amor apagado,

en la asfixia de las paredes hipotecadas.

Así nos miramos,
nos fantaseamos,
nos tocamos en los finísimos límites de la cordialidad.

Allí nos esperamos sin esperarnos, 
allí en la cama propia con el cuerpo ajeno
allí donde no nos nombramos

donde
            nos 
                    ansiamos.

No llamaré a la puerta de tu cuerpo voraz

ni despertarás tú la calma de mi piel devastada.

Pero cada vez que te encuentre

                 ...cada... 

                 ...vez... 

... pensaré en tu dolor infinito....
                                                         ... en el porqué del porqué no...

cavilaré en si soy reo o verdugo

libre o esclava

pensaré

que no nos mordemos 

porque ni me atrevo yo a demolerte la calma

ni te arriesgas tú a perderla

buscando
                 un bocado 
                                    de sensualidad.
                                  

martes, 19 de mayo de 2009




La estoy viendo mirarse al espejo. Hermosísima. Se ha cortado el pelo y apartado el flequillo. Su cara así, desnuda, habla a través de sus ojos redondos. Sin esconderse.

Lleva un vestido sencillo que se ajusta a su cuerpo casi con devoción. Un vestido azul, como su día. Un vestido que ella escogió porque se gusta con él, y cuando se gusta se siente libre y fuerte. Se siente valiente para hablarle, para decirle, para pedirle...

Aún queda una hora para que él llegue. Y antes de esta hora en la que el segundero crispa sus nervios hubo otras horas, otros días, en los que ella organizó este momento en el que estaría bellísima para él.

Horas y días en los que escogió el color de su pintalabios, unos zapatos de tacón... en los que eligió el tono de sus palabras y fantaseó con susurros cómplices en la íntima oscuridad de la habitación de ese hotel.

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"Mucho lío, poco tiempo. No llego, lo siento. Te debo una."

...
    ...
       ...

Ahora la veo de nuevo frente al espejo. Borrándose los labios, bajándose de sus tacones, quitándose de la piel el vestido azul. 

La veo mirándose completamente desnuda, escudriñando absorta en sus recuerdos. Doliéndose, sintiéndose estúpida, sintiendo la punzada hiriente que sólo genera la ilusión rota. 

La veo tan frágil que me da miedo acunarla.

La estoy viendo con los cabellos ya revueltos durmiendo sola en esa habitación de hotel, pensando en que nadie le debe una, pero se debe a sí misma una dosis de dignidad... abrazando la almohada y llorándole porque ni el tiempo, ni el orgullo, ni todos los perdones del mundo van a evitar que esta noche duerma con los pies fríos otra vez.

jueves, 14 de mayo de 2009


Había convencido a algunos de sus compañeros de clase para que repartieran por el colegio un papel calumniando a un compañero.

Ahora habían hecho bajar a todos los niños al salón de actos. El jefe de estudios esgrimía en alto uno de los ejemplares y apelaba a la dignidad para que el culpable diese un paso al frente y evitara un castigo colectivo.

Todas las miradas estaban sobre él porque todos esperábamos un ejercicio de dignidad. Pero permanecía impasible, frío. Fueron algunos de sus compañeros los que decidieron cargar sobre sus espaldas la autoría de aquel ejemplo de mezquindad.

- Fuimos nosotros, somos los responsables.

Pero tampoco en aquel momento se decidió a decir algo, tampoco para ayudar a sus amigos, sus cómplices, los compañeros que, bajo su influencia, habían entrado en el juego de degradar anónimamente.

Si en aquel momento se hubiese puesto en pie y hubiese dicho alto y rotundo: - "Yo lo ideé, yo lo escribí, yo lo repartí. Yo, yo y sólo yo."- además de evitarles el castigo a los intrépidos, hubiese conseguido que el gesto permaneciese en la memoria de todos. Habría conquistado una parcela de respeto colectivo.

Pero el silencio, el más absoluto silencio y la cabeza alta a pesar de todo... me hizo pensar en la indecencia de la cobardía, en el inocente arrojado al vacío, en la naturaleza de ese niño. En su capacidad para poner en marcha el ruido y para esconderse ante la respuesta. 

Me hizo pensar que el silencio es virtud o arma en función de si lo esgrime el humilde o el villano.